A simple vista, muchos me creen tranquila, dulce, incluso algo inocente. Pero no tienen idea de lo que realmente me gusta cuando se apagan las luces y se cierran las puertas.

Sí, me gusta el sexo duro. Me enciende sentirme dominada por unas manos firmes, por una mirada decidida, por alguien que no tema tomar el control y explorar cada rincón de mi cuerpo con hambre. Me gusta que me hablen al oído sin filtros, que me agarren con fuerza, que no se detengan ante mi respiración entrecortada.

No me interesa lo tibio ni lo mecánico. Quiero intensidad, deseo real, cuerpos sudando, mordidas en el cuello, uñas marcando la piel. Quiero que el placer sea tan salvaje que deje huellas… en la piel y en la memoria.

Aunque mi cara no lo diga, mi mente grita fantasías. Solo hace falta el hombre correcto para despertarlas. ¿Te atreverías?