Me considero una chica muy intensa en todos los sentidos, aunque a veces un poco vergonzosa

No sé jugar con medias tintas. Cuando algo me provoca deseo, lo siento en la piel, en el pecho, entre las piernas. Soy fuego, hambre, impulso… Cuando deseo, lo hago sin medida. Me gusta explorar, tocar, sentir. Disfruto el juego previo, las manos inquietas que aún no se atreven del todo, pero ya están insinuando todo lo que va a venir. Y cuando la tensión se vuelve insoportable, cuando las ganas superan la vergüenza, entonces me dejo llevar por completo. Me gusta perder el control, entregarme, gemir sin miedo.

Pero, sí… tengo un lado tímido. A veces bajo la mirada justo cuando más lo deseo. A veces me muerdo los labios, no por pudor, sino porque la fantasía que cruza por mi mente me calienta demasiado como para decirla en voz alta. Me sonrojo fácilmente, sobre todo cuando siento que alguien me está leyendo el cuerpo con los ojos.

Esa contradicción me excita: soy la que quiere ser tocada lentamente y a la vez empujada contra una pared. La que se retuerce si me besas el cuello y se deshace si me susurras lo que vas a hacerme después. La que gime suave, pero desea que la hagan gritar.

Intensa, sí. En todos los sentidos. Porque no sé amar sin deseo, ni desear sin fantasía. Y aunque a veces me dé vergüenza admitirlo… me encanta ser así.